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jueves, 31 de julio de 2008

UN ASUNTO ESPINOSO....

Casi toda persona que se adentra por primera vez en una selva tropical no puede evitar mirar con recelo a la vegetación circundante, en el temor de encontrar alguna serpiente acechando entre las ramas, posibilidad bastante remota. Sin embargo, los paradisíacos arrecifes de coral, y el mar en general, albergan a muchos más seres ponzoñosos, y más variados, que cualquier jungla o desierto. Con todo es infrecuente encontrarse a un animal venenoso, aún más raro ser atacado si no se le perturba, y rarísimos los casos fatales. La probabilidad de morir por envenenamiento debido a un animal ponzoñoso, incluso donde éstos más abundan, no es más alta que la de ser fulminado por un rayo; pero, si bien nadie ignora que las tormentas eléctricas son potencialmente peligrosas, pocos saben reconocer a tales animales, y menos los que saben cómo actuar ante un accidente de este tipo. Una bella y aparentemente inofensiva caracola puede ser tan peligrosa como una mamba, pero es preciso saberlo para que siga siendo una bella y, si no se la molesta, inofensiva caracola marina.
Existen bastantes peces provistos de espinas o aguijones venenosos; a menudo se trata de especies mal nadadoras, que prefieren permanecer estáticas y camufladas sobre el fondo marino para cazar y ocultarse, pero, que en caso de ser ellos los cazados o molestados, se defienden con sus ponzoñas. Casi todos los escorpénidos, familia muy numerosa y distribuida por todos los mares, poseen espinas venenosas en sus aletas dorsales, pélvicas y anales. En las escorpenas, cabrachos y gallinetas (Scorpaena, Scorpaenopsis, Sebastes, etc.) el vaneno no es muy activo, pero la punción con sus púas causa dolor y cierta tumefacción local. Otros miméticos peces escorpión (Inimicus y Choridactylus) así como los vistosos peces pavo o peces león (Pterois y Dendrochirus), habitantes de los arrecifes coralinos del Indopacífico y Mar Rojo, pueden ocasionar picaduras más severas en las que, además de intenso dolor e inflamación, aparecen vómitos, dolor de cabeza, lipotimias y dificultad respiratoria, conociéndose algún caso fatal.
A menudo las formas más crípticas de escorpénidos son llamadas peces piedra, pero los verdaderos peces piedra (Synanceja) pertenecen a otra familia afín aunque distinta. Viven también en los arrecifes y aguas poco profundas del Indopacífico tropical, pero es difícil verlos debido a su asombroso camuflaje, y, por tanto, fácil pisarlos inadvertidamente. Su aleta dorsal tiene doce o trece robustas púas con un abultamiento central que contiene la ponzoña, de efectos citotóxicos y neurotóxicos. Estas espinas pueden traspasar una aleta de goma; pincharse con una sola origina un dolor tan intenso e invalidante que existe un riesgo de ahogamiento para el nadador accidentado; el dolor se irradia a todo el miembro herido, aumenta durante los primeros sesenta o noventa minutos y persiste días. La zona de la picadura se inflama y puede ulcerarse e infectarse, lo que retrasa su curación y deja una cicatriz indeleble. También puede haber síntomas generales en forma de vómitos, parálisis musculares, arritmias cardiacas y parada cardiopulmonar con muerte de la víctima. Los peces piedra se encuentran entre los más serios envenenadores marinos y, desde luego, entre los de picadura más dolorosa.
Menos peligrosos, aunque asimismo capaces de dar lugar a dolor intenso e inflamación al picar, son los traquínidos, peces víbora o salvariegos (Trachinus). Habitan las playas y fondos arenosos de Europa y Norte de Äfrica, donde se entierran dejando sólo visibles los cinco o seis radios ponzoñosos de su aleta dorsal; los aguijones de los opérculos contienen también veneno. Al igual que los escorpénidos, estos peces son comestibles y puede vérseles en lonjas y mercados destinados a su consumo; se les corta la aleta dorsal para evitar pinchazos pues la ponzoña sigue activa tras la muerte del pez, aunque, como todas las toxinas de peces, es termolábil y se inactiva con el calor.
También poseen espinas dorsales y operculares venenosas los peces sapo (Uranoscopus, Kathetostoma, Daector, etc.), con especies tanto europeas como tropicales.
Varias familias de rayas, pastinacas y águilas marinas (Dasyatis, Aetobatis, Myliobatis, Rhinoptera, Taeniura, Urolophus, etc.) tienen una cola en forma de látigo en cuya base, parte media o extremo, según las especies, hay un aguijón revestido de tejido glandular productor de veneno. Prefieren los fondos arenosos, donde se entierran, y a veces frecuentan aguas muy superficiales; por ello pueden ser pisadas y entonces propinan un súbito golpe con su musculosa cola, clavando el aguijón. Algunas rayas venenosas rebasan los 300 kg. De peso y poseen aguijones de 40 cm., verdaderas lanzas que, a más de inocular veneno, infligen una profunda herida o pueden penetrar en tórax y cavidad abdominal. El aguijonazo de una raya da lugar a una herida ligeramente sangrante en la que a veces queda retenido el aguijón o restos de su vaina; el dolor es intenso y se mantiene, apareciendo en el miembro dañado calambres musculares y trastornos sensitivos; en ocasiones se añaden vómitos, dolor de cabeza, lipotimias y arritmias cardíacas. Igual que ocurre en todas las heridas producidas por espinas de peces, la ulterior infección no es rara.
En los arrecifes de coral viven otros peces venenosos, como ciertos peces gato (Plotosus); se les reconoce porque nadan en bancos y presentan líneas blancas longitudinales a lo largo de su cuerpo pardo, sin duda una coloración de advertencia; su carácter es tímido pero poseen espinas venenosas delante de cada aleta dorsal y con ellas causan un dolor similar al producido por la picadura de una avispa. En algunas especies de peces cirujano (Acanthurus) las cuchillas abatibles que tienen en la base de la cola se asocian a un débil veneno; igual ocurre con las espinas dorsales de los peces conejo (Siganus) y de los peces viuda (Enoplosus), así como con las púas situadas delante de las aletas dorsales de las mielgas o tiburones pinchudos y de las quimeras. Pese a su apariencia serpentiforme, las morenas no inoculan ningún veneno al morder.

CUIDADIN ESTE VERANO.

NAMASTÉ.